viernes, 28 de abril de 2017

No todo es desde el amor y el respeto.


Mentalmente le apodé “Diarreita”. Le apodé Diarreita porque me cae mal. Me cae mal porque siempre que le habla al sexo opuesto puedo ver como se llena la boca de saliva, saliva que no le oxida los brackets. Diarreita cree que es un ser muy atractivo. Diarreita tiene pezones rosa viejo, lo sé porque me los mostró más de una vez. Mirá que lindos que son. Detesto a Diarreita. Diarreita cree que canta bien y que tiene los chakras ordenados. A Diarreita la gente le tiene mil de afecto. Le salen las cosas bien porque vivimos en el planeta de las escafandras. Diarreita cita a Cortazar para sostener que lee, sus faltas de ortografía delatan lo contrario. Diarreita es torpe. Al mundo lo mira como Boy scout de 7 dedos pero a los hombres los mira como Nena perversona con bombacha de encaje rojo tiro bajo que deja asomarse sus rollos curiosos. A Diarreita le encantaría ser yo y me da miedo ser objeto de deseo de alguien así.
Si hace un chiste bueno no se lo festejo. Si trae una torta por su cumpleaños no le canto el feliz cumpleaños.
Fantaseo una vez al día con hacerle daño. Destapa en mí, creatividad oscura. A veces le apunto con un rayo laser en los ojos para entorpecerle la vista de mandril. Una vez le sopapeé los intestinos. He escupido. Insultado. Hice pancho su asqueroso perro salchicha de tres patas. Escribí su número de celular en un baño de Consti. Genkidama. Fatality. Leche vencida. Le puse bolsas en las patas a su gatito. Le escondí el desodorante un día que tenía una cita. Le cambié el señalador del libro que igualmente no estaba leyendo. Cambié todas las fotos de su casa por una de Beatriz Sarlo.
Soy todas las maldades que solo guardo en mi cabeza.
No hacerlas me hace una excelente persona, sí señor.

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